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jueves, 10 de octubre de 2013

El dolor de la pérdida.

+Sentada en un parque cuando era pequeña me hice una herida a mí misma en el brazo con la inicial del chico que me gustaba.
-¿Eso lo has puesto en el curriculum?
+No no, qué va, me acabo de acordar. Me levantaba la costrilla todos los días para que me dejase cicatriz y así no olvidarlo nunca. Juraba que era el amor de mi vida.
-Bueno, como todos los críos, ¿no?
+No. Como todo el mundo. Que el primer amor y el último se sienten igual, eso es lo que se tarda en entender.
-Y ¿cuándo te diste cuenta tú?
+Pues cuando deje de rascarme. Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja solo quedas tú, y que lo único que te ata a él es esa herida. Y que haciéndola sangrar no mantienes vivo su recuerdo, si no el dolor de la pérdida.




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Es como si llegaras al mundo con una caja de lápices. Tu caja puede ser de 8 ó de 16, pero lo que importa es lo que haces con los colores que te dan. No debe importar si coloreas fuera o dentro de las líneas. Yo coloreo fuera de la página, que no me limiten.