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Cuando cambiamos los tirantes por un cuello alto y una bufanda es cuando el frío se convierte en algo más interno que superficial. Se nos enfría el cuerpo, se nos enfrían los sentimientos y se nos acaba enfriando el café esperando que los buenos momentos que hemos dejado atrás se vuelvan a repetir.
Cuando cambiamos los refrescos compartidos por refugiarnos en abrazos es cuando vemos que ese cambio no importa porque todo pasa con quien tiene que pasar.
Pero cuando incluso la espera de algo bueno se pasa en un abrir y cerrar de ojos es cuando nos damos cuenta de que la vida no espera a nadie.